Alter Ego
El frío invierno azotaba la ventana, tras las cortinas hechas jirones de aquella desvencijada habitación. Los rayos de la luna iluminaba hasta el más recóndito hueco de mi alma. Desnuda ante mi diosa Eisenhad, rogaba porque esta noche no se repitiera. Acurrucada en la cama llorando en silencio, mientras me repetía una y otra vez que no era más que una pesadilla que ya no volvería a suceder.
El mundo se paró y los pasos, marcando cada segundo menos para el desenlace, comenzaron a retumbar. Lentamente el sonido sordo y hueco se estaba acercando. Con la respiración agitada me deslicé debajo de la cama, pegándome todo lo que me fue posible a la pared. Cerré los ojos y me tapé los oídos para no escuchar ese profundo chasquido. Ese susurro que indicaba el comienzo de mis pesadillas.
- Buenas noches luz de luna, papá ha venido a desearte buenas noches. - Las palabras se arrastraron torpemente desde esa serpiente mientras las sombras proyectadas por la vela sujetada por esos dedos arrugados, creaban demonios en mi imaginación.
En la distancia se oían leves gimoteos. Sollozos apagados por el deslizar de los zapatos del monstruo que, parada en el marco de la puerta, comenzaba su inexorable marcha hacia mi cama. Tras llegar, su hedor me mareó hasta el punto de producirme arcadas que a duras penas pude contener. Noté como su peso hundía el viejo colchón reduciendo aún más el espacio de mi escondite y produciéndome mayor sensación de encarcelamiento. La agitación hacía vibrar cada fibra de mi ser, crispando mis músculos. Llevaba demasiado tiempo en tensión.
Con un chasquido de su lengua comenzó la acción. Rápidamente tiró de las sábanas con un rugido gutural, pues su mano no había encontrado mis piernas. Las que tanto le gustaba acariciar, subiendo lentamente por mis muslos hasta llegar a ese lugar. Donde residía todo el mal. Se incorporó con una agilidad dudosa, tambaleándose y tirando todo a su alrededor como un vendaval. Cuando consiguió enfocar su mente encontró lo que buscaba. Se abalanzó dejándose caer como un peso muerto. Agarró como pudo el colchón y tiró de él en un movimiento que sembró el caos y la destrucción en la habitación. Tirando la vela en su burdo intento de llegar hasta donde yo estaba. Ésta fue a estrellarse contra la esquina contraria. Lentamente mis ojos giraron creciendo de pánico al ver cómo las llamas comenzaban a lamer el suelo y la pared. Su risa se volvió insoportable. Las sombras dantescas, que ofrecían las llamas mientras se alimentaban creciendo con cada centímetro de aquella habitación, iluminaron la cruenta realidad: mi padre abusaba de mí. Sus manos intentaron atraparme pero estaba demasiado borracho y torpe como para lograrlo. Con una rápida finta logré escabullirme y salir corriendo hacía el pasillo. Estaba tan concentrada en evitar que mi padre me sujetara que no me percaté que la puerta estaba cerrada. Fue demasiado tarde y me estrellé contra la puerta. Tarde unos segundos en recuperarme del impacto. Aturdida como estaba logré escabullirme por segunda vez. Cruce velozmente el pasillo hasta llegar al salón. Allí estaba ella, esa vieja bruja decrépita que jamás había osado levantar un dedo contra el maloliente orco de su esposo para protegerme.
La ignoré totalmente y continué corriendo a ciegas. Sin darme cuenta fui a parar a la cocina. No había escapatoria. Para cuando quise girarme para seguir corriendo, la imponente figura de mi padre se sostenía como podía contra le marco de la puerta.
Tras varios amagos para andar, dio un paso adelante y comenzó con voz dulzona:
- ¿Por qué corres Oilime?¿ No quieres desearle buenas noches a papá? - El miedo corroía cada fibra de mi ser, deteniéndome. Los pies me pesaban. Los dedos se crispaban en un gesto doloroso. Mis manos buscaban algo a lo que asirse, la salvación, pero la esperanza hacía mucho, mucho tiempo que me había abandonado.
De pronto sentí sus sucios dedos posándose sobre mis hombros al tiempo que mi mano derecha aferraba un mango frío, rugoso. En ese instante mis instintos despertaron. Invadiendo mi cerebro, me guiaron. Mi cuerpo comenzó a moverse demasiado rápido para ser consciente de ellos. Actuaba movida por hilos invisibles. Mi respiración se ralentizó y mis músculos aflojaron la terrible tenaza con la que me castigaban cada noche que se repetía aquella pesadilla. Velozmente mi cuerpo se agazapó para huir de las garras de aquella bestia. Desde aquella posición, mi cuerpo en tensión esperaba. Esperaba a que se iniciara la danza. En esta ocasión duro demasiado poco.
Me encontré corriendo bosque a través. Repasaba mentalmente las imágenes borrosas grabadas a sangre en mi retina. Tan ensimismada iba que ni siquiera me dolían las ramas que me golpeaban: Su boca acercándose a la mía, su aliento golpeándome la cara inundando mis pulmones de aquel terrible olor a inmundicia y alcohol. Sólo el roce de sus labios contra los míos disparó el resorte que contenía mi mano. El golpe fue certero y a conciencia. El cuchillo se enterró en su ingle deslizándose hacia el estomago mientra desgarraba piel y músculos. En un sólo y fugaz movimiento cargué contra el y logré derribarlo. De repente veía todo teñido de rojo al tiempo que su grito agónico retumbaba en mis oídos.
Cansada me derrumbé en el suelo y como pude me arrastré hasta un árbol cercano. Me recosté lo mejor que pude y cerré los ojos. Mis dedos cedieron al cansancio y el cuchillo resbaló hasta la tierra.
De eso hace ya diez años y aún lo recuerdo con una maquiavélica sonrisa triunfal. Ese fue el día que elegí mi camino sellando mi destino. Actualmente vago por Aden robando cuando puedo y realizando encargos en otras tantas ocasiones. Una noche me dirigía a un encargo. Todo había sucedido con un halo misterioso. Un hombre encapuchado se había acercado a mí en la taberna y me había deslizado un papel para acto seguido levantarse e irse.
La nota ponía claramente lo que debía hacer, cuánto y cuándo cobraría una vez finalizado el trabajo. A cada paso que daba la sensación de que aquello era una emboscada se aferraba a mi mente. Atenazaba mi cuerpo y parecía querer frenarme. La casa parecía totalmente abandonada. Nada más poner un pie dentro comprendí mi error. Esos malditos Reload, ¿cuántos de ellos habían muerto entre mis manos? Pero la promesa de riquezas inconmensurables había ahogado la voz que me guiaba y protegía. Eran cuatro atacando desde posiciones opuestas. Bloqueaban todos los flancos y bloqueaban cualquier vía de escape. Se notaba que me habían estudiado. Luché ferozmente y tres cayeron muertos antes de recibir el golpe mortal.
Un mandoble a traición por la espalda se enterró en mi costado, cortándome la respiración de golpe. Caí de rodillas al suelo tosiendo sangre. Notaba como el bastardo se colocaba, ¡Iba a asestarme el golpe final! Situándose a mi lado pretendía segárme la cabeza de un simple tajo. Oí como sus guantes crujían contra la empuñadura de su arma al alzarla por encima de su cabeza.
De pronto una luz cegó todo el recinto y un rayo carbonizó a aquel cobarde en su sitio. La postura efímera de sus brazos sobre su cabeza aguantó tan solo unos segundos para permitirme girar la cabeza y ver cómo se deshacía en cenizas, cayendo silenciosamente. Tras él una hermosa chica humana de pelo castaño sonreía. Se acercó lentamente con gesto grave. Observaba atentamente el tajo que tenía en el costado. Comprendía la velocidad a la que mi vida se escapaba. Se arrodilló junto a mí y clavó sus colmillos en mi cuello. Agilizando el que la vida abandonara mi cansada cáscara. Cuando iba a ceder al cansancio y cerrar los ojos. Mientras me abandonaba al abrigo de la guadaña de la muerte noté algo cálido en los labios. El beso fue lujurioso, dulce y lascivo pero había algo más. Las energías volvían lentamente a mis miembros. De pronto un dolor insoportable hizo que me doblara por la mitad sobre mi misma, escupiendo de nuevo la sangre que mi salvadora me había dado a tomar.
Para cuando quise darme cuenta, el dolor se había esfumado. No era la sangre que ella me había dado la que escupía sino que era la mía, fruto de que mis colmillos hubieran reventado para dar paso a unas afiladas herramientas mucho más útiles. Antes de cerrarme, con sus manos, los ojos para que descansara dejó escapar una pregunta que quedó en el aire:
- Dime hija, ¿cómo te llamas? - aquel nombre tanto tiempo atrás olvidado, por los recuerdos agrios que le acompañaban, revolvió mis entrañas y con un grito rabioso y dolor escapó de mis labios - Oilime.
- Bien Oilime, soy Maya. Tu ama y dueña. Tu destino está entrelazado con el mío. Tus pecados serán los míos y tus victorias serán las mías. Compláceme y serás complacida, de lo contrario...
Esa fue la única y última advertencia que mi señora tuvo que hacerme. Desde entonces recorro las noches junto a ella y toda su familia, MI FAMILIA. El gran Culto a las Sombras.
El mundo se paró y los pasos, marcando cada segundo menos para el desenlace, comenzaron a retumbar. Lentamente el sonido sordo y hueco se estaba acercando. Con la respiración agitada me deslicé debajo de la cama, pegándome todo lo que me fue posible a la pared. Cerré los ojos y me tapé los oídos para no escuchar ese profundo chasquido. Ese susurro que indicaba el comienzo de mis pesadillas.
- Buenas noches luz de luna, papá ha venido a desearte buenas noches. - Las palabras se arrastraron torpemente desde esa serpiente mientras las sombras proyectadas por la vela sujetada por esos dedos arrugados, creaban demonios en mi imaginación.
En la distancia se oían leves gimoteos. Sollozos apagados por el deslizar de los zapatos del monstruo que, parada en el marco de la puerta, comenzaba su inexorable marcha hacia mi cama. Tras llegar, su hedor me mareó hasta el punto de producirme arcadas que a duras penas pude contener. Noté como su peso hundía el viejo colchón reduciendo aún más el espacio de mi escondite y produciéndome mayor sensación de encarcelamiento. La agitación hacía vibrar cada fibra de mi ser, crispando mis músculos. Llevaba demasiado tiempo en tensión.
Con un chasquido de su lengua comenzó la acción. Rápidamente tiró de las sábanas con un rugido gutural, pues su mano no había encontrado mis piernas. Las que tanto le gustaba acariciar, subiendo lentamente por mis muslos hasta llegar a ese lugar. Donde residía todo el mal. Se incorporó con una agilidad dudosa, tambaleándose y tirando todo a su alrededor como un vendaval. Cuando consiguió enfocar su mente encontró lo que buscaba. Se abalanzó dejándose caer como un peso muerto. Agarró como pudo el colchón y tiró de él en un movimiento que sembró el caos y la destrucción en la habitación. Tirando la vela en su burdo intento de llegar hasta donde yo estaba. Ésta fue a estrellarse contra la esquina contraria. Lentamente mis ojos giraron creciendo de pánico al ver cómo las llamas comenzaban a lamer el suelo y la pared. Su risa se volvió insoportable. Las sombras dantescas, que ofrecían las llamas mientras se alimentaban creciendo con cada centímetro de aquella habitación, iluminaron la cruenta realidad: mi padre abusaba de mí. Sus manos intentaron atraparme pero estaba demasiado borracho y torpe como para lograrlo. Con una rápida finta logré escabullirme y salir corriendo hacía el pasillo. Estaba tan concentrada en evitar que mi padre me sujetara que no me percaté que la puerta estaba cerrada. Fue demasiado tarde y me estrellé contra la puerta. Tarde unos segundos en recuperarme del impacto. Aturdida como estaba logré escabullirme por segunda vez. Cruce velozmente el pasillo hasta llegar al salón. Allí estaba ella, esa vieja bruja decrépita que jamás había osado levantar un dedo contra el maloliente orco de su esposo para protegerme.
La ignoré totalmente y continué corriendo a ciegas. Sin darme cuenta fui a parar a la cocina. No había escapatoria. Para cuando quise girarme para seguir corriendo, la imponente figura de mi padre se sostenía como podía contra le marco de la puerta.
Tras varios amagos para andar, dio un paso adelante y comenzó con voz dulzona:
- ¿Por qué corres Oilime?¿ No quieres desearle buenas noches a papá? - El miedo corroía cada fibra de mi ser, deteniéndome. Los pies me pesaban. Los dedos se crispaban en un gesto doloroso. Mis manos buscaban algo a lo que asirse, la salvación, pero la esperanza hacía mucho, mucho tiempo que me había abandonado.
De pronto sentí sus sucios dedos posándose sobre mis hombros al tiempo que mi mano derecha aferraba un mango frío, rugoso. En ese instante mis instintos despertaron. Invadiendo mi cerebro, me guiaron. Mi cuerpo comenzó a moverse demasiado rápido para ser consciente de ellos. Actuaba movida por hilos invisibles. Mi respiración se ralentizó y mis músculos aflojaron la terrible tenaza con la que me castigaban cada noche que se repetía aquella pesadilla. Velozmente mi cuerpo se agazapó para huir de las garras de aquella bestia. Desde aquella posición, mi cuerpo en tensión esperaba. Esperaba a que se iniciara la danza. En esta ocasión duro demasiado poco.
Me encontré corriendo bosque a través. Repasaba mentalmente las imágenes borrosas grabadas a sangre en mi retina. Tan ensimismada iba que ni siquiera me dolían las ramas que me golpeaban: Su boca acercándose a la mía, su aliento golpeándome la cara inundando mis pulmones de aquel terrible olor a inmundicia y alcohol. Sólo el roce de sus labios contra los míos disparó el resorte que contenía mi mano. El golpe fue certero y a conciencia. El cuchillo se enterró en su ingle deslizándose hacia el estomago mientra desgarraba piel y músculos. En un sólo y fugaz movimiento cargué contra el y logré derribarlo. De repente veía todo teñido de rojo al tiempo que su grito agónico retumbaba en mis oídos.
Cansada me derrumbé en el suelo y como pude me arrastré hasta un árbol cercano. Me recosté lo mejor que pude y cerré los ojos. Mis dedos cedieron al cansancio y el cuchillo resbaló hasta la tierra.
De eso hace ya diez años y aún lo recuerdo con una maquiavélica sonrisa triunfal. Ese fue el día que elegí mi camino sellando mi destino. Actualmente vago por Aden robando cuando puedo y realizando encargos en otras tantas ocasiones. Una noche me dirigía a un encargo. Todo había sucedido con un halo misterioso. Un hombre encapuchado se había acercado a mí en la taberna y me había deslizado un papel para acto seguido levantarse e irse.
La nota ponía claramente lo que debía hacer, cuánto y cuándo cobraría una vez finalizado el trabajo. A cada paso que daba la sensación de que aquello era una emboscada se aferraba a mi mente. Atenazaba mi cuerpo y parecía querer frenarme. La casa parecía totalmente abandonada. Nada más poner un pie dentro comprendí mi error. Esos malditos Reload, ¿cuántos de ellos habían muerto entre mis manos? Pero la promesa de riquezas inconmensurables había ahogado la voz que me guiaba y protegía. Eran cuatro atacando desde posiciones opuestas. Bloqueaban todos los flancos y bloqueaban cualquier vía de escape. Se notaba que me habían estudiado. Luché ferozmente y tres cayeron muertos antes de recibir el golpe mortal.
Un mandoble a traición por la espalda se enterró en mi costado, cortándome la respiración de golpe. Caí de rodillas al suelo tosiendo sangre. Notaba como el bastardo se colocaba, ¡Iba a asestarme el golpe final! Situándose a mi lado pretendía segárme la cabeza de un simple tajo. Oí como sus guantes crujían contra la empuñadura de su arma al alzarla por encima de su cabeza.
De pronto una luz cegó todo el recinto y un rayo carbonizó a aquel cobarde en su sitio. La postura efímera de sus brazos sobre su cabeza aguantó tan solo unos segundos para permitirme girar la cabeza y ver cómo se deshacía en cenizas, cayendo silenciosamente. Tras él una hermosa chica humana de pelo castaño sonreía. Se acercó lentamente con gesto grave. Observaba atentamente el tajo que tenía en el costado. Comprendía la velocidad a la que mi vida se escapaba. Se arrodilló junto a mí y clavó sus colmillos en mi cuello. Agilizando el que la vida abandonara mi cansada cáscara. Cuando iba a ceder al cansancio y cerrar los ojos. Mientras me abandonaba al abrigo de la guadaña de la muerte noté algo cálido en los labios. El beso fue lujurioso, dulce y lascivo pero había algo más. Las energías volvían lentamente a mis miembros. De pronto un dolor insoportable hizo que me doblara por la mitad sobre mi misma, escupiendo de nuevo la sangre que mi salvadora me había dado a tomar.
Para cuando quise darme cuenta, el dolor se había esfumado. No era la sangre que ella me había dado la que escupía sino que era la mía, fruto de que mis colmillos hubieran reventado para dar paso a unas afiladas herramientas mucho más útiles. Antes de cerrarme, con sus manos, los ojos para que descansara dejó escapar una pregunta que quedó en el aire:
- Dime hija, ¿cómo te llamas? - aquel nombre tanto tiempo atrás olvidado, por los recuerdos agrios que le acompañaban, revolvió mis entrañas y con un grito rabioso y dolor escapó de mis labios - Oilime.
- Bien Oilime, soy Maya. Tu ama y dueña. Tu destino está entrelazado con el mío. Tus pecados serán los míos y tus victorias serán las mías. Compláceme y serás complacida, de lo contrario...
Esa fue la única y última advertencia que mi señora tuvo que hacerme. Desde entonces recorro las noches junto a ella y toda su familia, MI FAMILIA. El gran Culto a las Sombras.
💪💪 adelante 👏👏👏
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