La noche

Lentamente se tiñen jirones en el cielo. Adquieren hipnótica tonalidad violácea que enloquece. Todo gira sucumbiendo a la muerte del astro rey y mis pensamientos amenazan tormenta. Allá en el horizonte los fogonazos se suceden, aumentando su frecuencia. Ya se acerca.
Vago por la estancia sin perder de vista la ventana. Comienza a repicar en la ventana poco a a poco aumentando en intensidad, hasta volverse un ruido casi ensordecedor. La noche es cerrada y caen relámpagos que alumbran oscuras siluetas en la distancia. Ocultas entre cortinas de lágrimas derramadas por tantas personas que fueron antes que yo.
Lucho por salir de este caos. Batallo por lograr algo de cordura en mis pensamientos que se niegan a volver al cubil del que nunca debieron partir. Se arrastran por mi subconsciente, agazapados y dispuestos la caza. Esperan el mejor momento para saltar. Mis ideas se arremolinan y enloquece mi pobre corazón que está a punto de tirar la toalla.

Tan pronto como había empezado, todo había terminado. Un último haz de luz partió el firmamento tan cerca que pude observar el lugar del impacto. En ese mismo instante, en que cielo y tierra se unían en un abrazo mortal, mis piernas flaquean y caigo rendido.

Yace mi cuerpo inerte. Esta vez no lo pudo soportar. Mi viejo motor no logró superar este episodio y decidió dejar de funcionar pues le resultó más sencillo dejar de luchar.

La noche deja paso al día y lentamente renace el astro rey, bañando mi cuerpo frío en la soledad de la habitación.

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