Sueños

 Aquel sueño se venía repitiendo desde hacía varios años. Todas las noches se despertaba a la misma hora al golpearse contra la puerta de la casa. Estaba claro que Ulk'grish era sonámbulo. Lo más extraño de todo aquello era que nunca había logrado recordar el sueño. Bueno, eso y que todo había comenzado de repente.


Cuentan las leyendas de los Ulk, que su territorio había sido en otro tiempo un enorme vergel. Grandes y extraños árboles se rememoraban en cada una de las historias que la abuela de Ulk'grish le contaba todos los días a la misma hora pues así se lo habían enseñado a ella. Formaba parte de su cultura. Transmitían el conocimiento de un pasado mejor, de generación en generación, pues estaba escrito que así debía ser.


Como el viento erosionando las rocas, las palabras se habían ido borrando de la memoria de los Ulk. Muy pocos recordaban fragmentos enteros de la historia, y casi todos contaban una versión propia de la misma.

Ulk'lah se afanaba en que la historia perdurara contándosela a Ulk'grish:

- La historia no debe desaparecer Ulk'grish – decía – de otra forma estaremos condenados a repetirla. Los dioses nos perdonarán un día y devolverán a nuestra tierra su esplendor de antaño.

Aunque quería a su abuela, Ulk'grish no entendía por qué insistía en obligarle a memorizar aquellas leyendas o cuentos para niños como muchos de sus amigos le señalaban. El quería ir a cazar, quería convertirse en un gran cazador. Estos cazadores de las dunas, que conformaban el territorio donde vivían, debían ser los más avezados guerreros y poseedores de un gran intelecto pues el más mínimo fallo allí fuera significaría la muerte de muchos. No sólo de aquellos cazadores que le acompañaban sino de todos los que dependían de la caza para su alimentación. Ulk'grish se entrenaba a diario, tantas horas como su cuerpo le permitía y su abuela le dejaba libre. A su corta edad de 15 años era él uno de los más hábiles con las lanzas típicas de Ulk cuya elaboración sólo conocían los grandes cazadores que llegados a cierta edad dejaban de cazar y pasaban a ayudar fabricando las herramientas necesarias de su profesión. Ése era otro de los motivos por el que Ulk'grish entrenaba a diario, quería llegar a ser el maestro armero pues contaba con innumerables ideas para mejorar tanto las lanzas como introducir nuevas armas que facilitaran la caza.


Ulk'grish se despertó como tantas otras noches al chocar contra la puerta. No lograba recordar que le había llevado hasta allí. No comprendía por qué soñaba siempre algo que era incapaz de rememorar al despertar, pero que era tan intenso que le obligaba a deambular por la casa y siempre terminar en la puerta. Mientras se dirigía a la pequeña oquedad excavada en un lateral del gigantesco  árbol, vestigio de la vegetación que un día cubrió el planeta y que se habían petrificado en algún punto del pasado, que le servía de dormitorio se golpeó con uno de los salientes. Mientras exclamaba por lo bajo una maldición para no despertar a toda su familia, una idea fugaz cruzó su mente. Era raro que todas las noches se despertara en el mismo punto de la casa pero era aun más raro que sólo ocurriera una vez en toda la noche. Nunca durante los cinco años que llevaba sufriendo de aquellos sueños se había despertado dos o más veces. Tan rápido como vino la desechó pues estimó que había sido por culpa del cansancio con el que terminaba la jornada tras tanto entrenamiento y tantas lecciones, como las llamaba Ulk'lah.

Al llegar a su cuarto, se sentó en la cama. Se había desvelado por completo. De repente multitud de ideas rugían furiosas en su mente tratando de llamar la atención. Todas las dudas que había estado ignorando durante esos años le golpeaban produciéndole un terrible dolor de cabeza. El dolor empezaba a volverse insoportable y para cuando trató de llegar a la sala común para buscar algún remedio de la abuela cayó de bruces contra el suelo.

Tres días después despertó en su cama con un paño de fibra trenzada. Estaba empapado en algún líquido verdoso o al menos eso parecía a la luz que escasamente se colaba por los orificios en las paredes de su cuarto. Trató de incorporarse pero estaba demasiado débil y el mero intento de moverse lo dejó exhausto. En ese momento entró Ulk'lah por la puerta y con aquella mirada especial que le advertía que debía obedecer le dijo suavemente que no tratara de moverse.

Con tranquilidad se acercó a la única silla que había en el cuarto y se sentó, demasiado lenta para el gusto de, un cada vez más asustado, Ulk'grish. Una vez acomodada, su abuela le comentó que llevaba ya tres días en cama aquejado de fiebres muy altas y terribles dolores de cabeza. Que no dejaba de quejarse continuamente y que había obligado a sus padres a abandonar el recinto familiar hasta que se curara, pues estos tenían que levantarse muy temprano todos los días para trabajar. Ulk'grar, el padre, como cazador y Ulk'leah, la madre, como recolectora encargada de cuidar a los niños y ancianos en el poblado. Ulk'lah se había quedado cuidándolo, no sólo por ser la matriarca de la familia sino por sus vastos conocimientos, aunque sólo ella los conociera y muchos en el poblado los desdeñara. Tras un largo silencio y justo cuando Ulk'grish se había armado de valor para contravenir a su abuela y hablar, ésta continuo:

- Ulk'grish debes descansar y recuperarte rápido, pues estás llamado a grandes hazañas -comentaba distraída mientras se quitaba pelusas de la ropa que sólo ella lograba ver -aunque no me creas, pues sé que piensas de mis “historias para niños” yo sé que te pasa. Ha despertado en ti algo que hacía muchísimo tiempo no surgía entre nosotros. Te has convertido en el "anfitrión".

Tras otro instante de silencio, Ulk'lah se levantó de su silla y abandonó el cuarto dejando a Ulk'grish sumido en muchas más dudas. Con un movimiento de su cabeza desechó todas las dudas e incluso se deshizo de la “gran revelación” de su abuela, pues como ella había dicho, él conocía sus “historias para niños”.

Unos instantes después de lograr calmar su mente, su abuela volvió a cruzar el umbral con un cuenco decorado de forma extraña que Ulk'grish jamás había visto. Su abuela se lo tendió y le explicó que debía bebérselo entero de un sólo trago. El obedeció, pues Ulk'lah traía ese gesto maternal que le desarmaba y le obligaba a hacer de forma inconsciente todo lo que ella le decía con su voz melosa.

- Descansa esta noche y verás como mañana estás muchísimo mejor- comentó mientras abandonaba la habitación.

Instantes después de terminarse el brebaje que su abuela le había dado y dejar el cuenco en el saliente de uno de los escasos muebles que habían en su cuarto, cayó en un profundo sueño.


Las señales de alarma trataban de abrirse paso en su adormecida mente. Ulk'grish logró despejar la mente hasta un nivel en el que fue consciente de las señales y el miedo le sobrecogió. Ya no estaba en su casa. Su cerebro le estaba tratando de indicar, que tras cinco años de despertarse en la puerta de su casa, esa noche no lo había hecho. Algo que debería haber ocurrido hacía algunas horas no se había producido. Nada más asaltarle la duda de cómo podía haber sucedido eso, la respuesta le invadió y le reconfortó. Ulk'lah había dejado la puerta sin sellar. Ella se lo había comunicado justo después de que cayera dormido por efecto del brebaje.

- Ulk'led estás llamado a realizar grandes hazañas, no puedo estar más orgullosa de ti y a la vez asustada de lo que va a pasarte. Esta noche entenderás el motivo de tus sueños.

Aunque conocer los hechos le ayudó a tranquilizarse, pues su abuela jamás le haría daño, no dejaba de estar nervioso pues se había dado cuenta de que era incapaz de detenerse. Era consciente de que su cuerpo se dirigía hacia algún lugar. Movía los ojos insistentemente a ambos lados tratando de captar algo que le indicara en dónde estaba y hacia dónde se dirigía. Llegó a una pequeña duna o eso pensó él. En realidad estaba en lo alto de una enorme formación de rocas que había quedado cubierta de arena. Se dirigió al centro de la misma y se arrodilló. Sin poder evitarlo comenzó a dibujar extraños símbolos. Al terminar de inscribirse en un círculo se incorporó y alzando los brazos comenzó a salmodiar. El miedo empezaba a ganar terreno, a medida que el cántico incrementaba su intensidad y los símbolos empezaban a brillar con un tenue color verdoso. Al finalizar el ensalmo, los símbolos brillaban con una cegadora intensidad. Ulk'grish se dio cuenta de que se alzaba sobre el suelo sin tocarlo. Su cuerpo comenzaba a arquearse hacia atrás mientras abría la boca lentamente. Veía como de su frente emanaba un resplandor verdoso como el de los símbolos. Momentos después sintió algo que le sujetó las extremidades. En ese instante el miedo ganó la batalla. Trató de gritar con todas sus fuerzas pero no logró emitir ni un solo sonido. Notaba como algo ascendía por sus brazos y piernas y se acercaba a su pecho. Tras unos terroríficos minutos todo movimiento cesó. Lo que quisiera que estuviera subiéndole por el cuerpo se había detenido en el centro de su pecho.

Un leve pinchazo y de repente el dolor explotó. Notó como le sujetaban el corazón y tiraban de él. No podía creer lo que estaba pasando, Algo o alguien le había atrapado y le estaba arrancando el corazón, pero por algún motivo él seguía con vida. Cuando su corazón se detuvo delante de él a la altura de su boca, la verdad lo golpeó con aquella luz verde en la que se veía envuelto. Las historias de su abuela, las recordó todas y la paz le embargó. Con un último aliento dejó escapar un grito silencioso. Éste inflamó su corazón y las llamas verdes comenzaron a crecer como si algo las estuviera alimentando. Ulk'grish vio pulsos de luz verde recorriendo las lianas que le ataban al centro del círculo. Éstas le estaban robando la vida para entregárselas al corazón que una vez se situó en su pecho y que ahora serviría para la salvación de los Ulk.

El grito terminó y Ulk'grish quedó inerte suspendido a poca distancia del suelo. Una sonrisa iluminaba su rostro. En el mismo instante en que él murió su corazón explotó liberando toda la energía contenida en su interior. La ola de fuego verde se expandió rápidamente en todas direcciones. Allí por donde pasaba volvía a crecer la vegetación. Una vegetación viva, asfixiante y exuberante. En un solo latido del corazón de Ulk'grish todo Ulk quedó cubierto por su energía.


Ulk'lah despertó y sonrió mientras las lágrimas recorrían sus mejillas. El pueblo entero despertó un latido después acuciando el impacto de la voluntad de Ulk'grish. Todos los Ulk al unísono comprendieron. Todos como uno sólo salieron de sus casas talladas en los cuerpos muertos de los árboles y lloraron como uno solo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La noche

Fracturas